domingo, octubre 25, 2009

Caminar sobre el alambre

A veces, cuando hay que cruzar un precipicio caminando sobre un alambre, no se ve el abismo. Esa ignorancia del riesgo es protectora. Se anda con la sensación de que alguien acompaña los pasos, que se dan exactamente donde, cuando y como se deben dar. Quizá por eso se estrelló contra el suelo el volatinero de Nietzsche. No por amar el peligro, sino por no caminar protegido por esa ignorancia providencial.

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sábado, octubre 17, 2009

El sentido de los días

En el tratado de iconografía de Juan F. Esteban encuentro un desarrollo de la explicación astrológica y religiosa de los días de la semana. Un planeta, un día. La vida regida por los astros. El microcosmos humano como correlato lógico del gran cosmos. Pienso en mi contemporaneidad. La semana viene definida en el imaginario de los currantes por un lunes muy duro: el puto lunes. Martes, miércoles (que se salva de la anomia por la X que evita confusiones en las hojas de planning) y jueves, días de curro. Divino viernes, glorioso sábado, que dura hasta el mediodía siguiente, y el crepuscular domingo; en realidad, la tarde del domingo. Nada de miércoles por Mercuirio, jueves por Iove, lunes por la Luna o domingo por el Sol. El trabajo, no los astros, gobierna la existencia contemporánea. Jünger tenía razón: es la era del trabajador.

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lunes, octubre 12, 2009

La ética de la inteligencia

La inteligencia no es un privilegio, sino un don para servir. Aunque no se entienda esa actitud. Aunque se desprecie. Aunque, incluso, se persiga como uno de los pecados nefandos de la contemporaneidad.

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Lo que aporta el arte

El arte no sólo aporta placer estético: también ofrece conocimiento. El hecho de que hoy esté encerrado en el ámbito del tiempo libre, de ocio, no le resta su importancia. Quizá eso explique a veces los movimientos de masas, gregarios, que golpean a las puertas de los museos tras el reclamo de una buena campaña de márketing sin saber muy bien qué se van a encontrar. El arte calma cierta clase de hambre, aplaca cierta clase de sed, satisface una necesidad que no la colman los mecanismos de compensación vinculados a la abundancia material.

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viernes, octubre 09, 2009

Una palabra nueva

Hoy he aprendido una nueva palabra: workoholic. Me dice una amiga que trabaja en Bruselas que, en su entorno profesional, el término se usa con frecuencia en el mismo sentido que tiene la figura de quien es adicto al trabajo. Hay personas que, si nada ni nadie les espera a la salida del trabajo, prolongan la jornada laboral por pura inercia, más allá de sus obligaciones, para evitar los demonios de la soledad. El trabajo como refugio. El trabajo como terapia. El trabajo como droga. El trabajo como veneno. El trabajo como algo que ya no es trabajo y que un día fue compromiso en la transformación del mundo, obra de arte, artesanía, belleza.