domingo, abril 25, 2010

No da todo igual

En estas últimas semanas he tenido contacto con tres textos que hablan de la muerte. Uno de ellos está en el Evangelio de Lucas, es uno de los relatos sobre el sepulcro vacío tras la resurrección de Jesús. Dos hombres misteriosos, de vestiduras deslumbrantes, (¿ángeles?) preguntan a las mujeres que han ido a cuidar del cuerpo de su maestro: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? -Me gusta recordar ese pasaje en la mañana de Pascua, mi fiesta favorita de todo el año: hoy empieza todo, como en aquella película, como en aquellos textos de Bertrand Tavernier; el mundo tiene una segunda oportunidad. Justo lo contrario de lo que me pasa en Nochevieja, que siempre me sorprende con miedo de que se hunda el mundo, como creían los aztecas al periclitar cada gavilla de 52 años; aquello sólo era posible aplazarlo con sacrificios humanos.

El segundo texto es apenas una reflexión de Philip Roth en una de sus novelas, 'Patrimonio': casi lo único bueno que puede decirse de la muerte es que no sólo tiene que ver con la gente decente. También se lleva por delante a todos los hijos de puta de este mundo.

El tercer texto es la oración de Pericles por los caídos en el primer año de la Guerra del Peloponeso, tal como lo cuenta Tucídides: vivir en una comunidad que merezca la pena, que realmente valga la pena de verdad, es el único motivo del sacrificio de quienes murieron defendiéndola.

No tiene sentido buscar la interlocución de la vida donde no la hay. Pero cuando hay vida, vida humana, verdaderamente humana, la presencia de la muerte sirve para acotar los términos éticos de esa misma humanidad, para decir que la dignidad existe, que, paradójicamente, no da todo igual.

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