domingo, enero 23, 2011

Respuestas imperfectas

Me gusta la consistencia del discurso intelectual de Raztinger, hoy Benedicto XVI. La precisión del encaje de las piezas, la inteligencia en la elección del momento para utilizarlas en cada recodo del razonamiento planteado. En estos tiempos de abajofirmantes y masticadores de ideas de segunda mano, lo de menos es estar o no de acuerdo con Ratzinger, incluso con el Ratzinger que de vez en cuando asoma bajo Benedicto XVI. A estas alturas, no busco precisamente estar o no de acuerdo con nadie, ni la talla intelectual de nadie depende de mi aquiescencia, ni de la la de nadie, a sus postulados. Cualquier interlocución de verdad es ya de por sí un regalo. Bien. Ratzinger, en su desglose análitico de la silueta del cristianismo en el contexto de la pluralidad religiosa (Fe, verdad y tolerancia) me ha hecho caer en la cuenta de que, efectivamente, en el cristianismo, en la tradición profética en la que se inserta, lo importante no es tanto el grado de perfección de las personas, el acceso a los delicados conceptos del mundo superior, sino la acción de Dios y la respuesta personal a esa acción. Una acción datable, identificable. Una acción histórica. Lo importante, entonces, no es ya entender la historia del cristianismo, su fenomenología religiosa. Lo importante es el binomio que forman historia y cristianismo; vale decir, el conocimiento histórico de la acción de Dios y la respuesta, imperfecta pero innegable, ante ella.

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martes, enero 18, 2011

Poetas e ingenieros

Jacques Le Goff da una explicación en su análisis de la cultura medieval occidental de por qué la universidad le dio la espalda hasta el siglo XVII al método experimental. La clave del asunto estaría en la adopción de una cierta mentalidad señorial de rechazo al trabajo manual, propia de las altas burguesías urbanas: lo que se toca envilece. Y la potencia intelectual de la universidad pasó entonces, de largo, por la aplicación experimental, refugiándose en las autoridades, refrendadas por la tradición. Disciplinas 'nobles' como la Medicina quedaron alejadas de los avances en los saberes prácticos anatómicos y quirúrgicos y otras, 'artesanales', como los gremios constructores, tardarían siglos en obtener el reconocimiento de las elites intelectuales. Siguiendo esa línea fundamental hacia atrás en el tiempo, se llega al origen de la verdadera cuestión: el mundo que ve ante sí el ser humano occidental en la Edad Media es un mundo simbólico. No mágico. Simbólico. Todo lo material lo es porque es a la vez y sobre todo, espiritual. Vale decir: no hay ruptura, quizá hasta el prólogo renacentista de la revolución científica del XVII, de ese cierto discurso pitagórico que dice, a lo largo de todos esos siglos, que los números son símbolo, explicación; la realidad está hecha de números. En contraposición al discurso euclidiano, que dice que los números están hechos de realidad. Pitágoras nos hizo poetas. Euclides, ingenieros.

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