jueves, septiembre 29, 2011

Humillaciones

Releyendo a Kropotkin, caigo en la cuenta de cuánto de contexto, de medio ambiente, de cultura, hay en las decisiones humanas y en el posicionamiento de los individuos, en sus decisiones. En sus Memorias de un revolucionario, relata la reacción de un hombre honorable ante la ofensa procedente de un ser superior, el zarevich: la única salida que tiene el ofendido (en este caso un noble sueco de la corte rusa) es confiar en que el ofensor se disculpará. Y da un plazo para ello: un día. El tiempo pasa, la disculpa no llega y lo único que puede hacer el hombre de honor es... pegarse un tiro. Hoy como entonces (Kropotkin relata hechos del último tercio del siglo XIX), las ofensas de seres superiores a las que no puede responderse en condiciones de igualdad forman parte de la rutina laboral de millones y millones de personas. A veces, alguien se pega un tiro. Por desesperación, no por sentido del honor. O el oscuro trabajador de cuello blanco irrumpe un buen día en la oficina y causa una matanza con un rifle de caza. Tampoco lo hace por honor. O todo sigue igual. Y tampoco hay honor en ello. O sí. Quizá el honor consista en resistir.

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