miércoles, febrero 10, 2010

Un campo de batalla

He aprendido algo nuevo con la lectura de Cristianismos perdidos, de Bart D. Ehrman, profesor de la Universidad de Carolina del Norte. He aprendido a leer el Credo de Nicea con respeto. Cada afirmación es el destilado final de un combate muy duro, a veces sangriento; detrás de cada palabra hay ilusiones, desilusiones, afanes, glorias y miserias de quienes un día fueron capaces de explicitar su creencia y confrontarla con otras. Leer ese texto es pasearse por un campo de batalla; o, desde la calma de la distancia, una suerte de cementerio militar, como el camposanto de soldados alemanes que hay cerca de Yuste, junto al último retiro del César Carlos. Eso merece un respeto, se esté entre los vencedores o entre los vencidos. Desde ese punto de vista, ganar y perder son asuntos de importancia relativa y mirar el Credo como una especie de mantra repetitivo, como una canción colegial es, sencillamente, insultar a la memoria de los muertos.

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