domingo, mayo 01, 2011

Identidad y sentido del pudor

La necesidad de definir territorios compartidos entre los seres humanos occidentales ha llevado a crear zonas de vacío, áreas tabú, integradas en el concepto de intimidad-privacidad. Hay ciertas cosas sobre las que no se habla, sobre las que rige el manto del sentido del pudor. No se habla fuera del entorno íntimo de creencias religiosas, de preferencias sexuales, ni, en general, del relato personal de la propia existencia. Ese silencio parece haber sido entendido como necesario para construir la convivencia contemporánea. Y, de tanto no hablar de eso, da la sensación de que la identidad humana se fundamenta sobre el vacío. No. La identidad humana se fundamenta precisamente en aquello de lo que no se habla: las creencias religiosas (por supuesto, ahí entra la creencia en la no creencia), el modo de saberse en el mundo, la propia historia. Quizá sea bueno ir por la vida sin las banderas enhiestas, sin beligerancias, sin afirmación continua de las propias marcas de identidad. Pero también lo es no olvidarse nunca de mimar, de cultivar, esos territorios de lo privado, porque en esa penumbra florece la misma esencia de la libertad.

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