domingo, marzo 30, 2008

Dignidad y caramelos

Cuando salgo del trabajo ya es noche cerrada. Las tiendas de las calles comerciales del centro de la ciudad hace horas que echaron el cierre. Quedan algunos viandantes que ya no pasean. Acurrucada en una esquina está muchas de esas noches una mujer que vende La Farola, ese periódico pensado para proteger la dignidad de quien busca unas monedas. Pero esa mujer, de edad difícil de acertar (¿60? ¿70 años?), mirada viva y pelo negrísimo, no mendiga. A veces me para y me pide un cigarrillo. Siempre a cambio de un puñado de caramelos, que acepto con la misma dignidad con la que ella me los ofrece. Una mutua sonrisa de reconocimiento, yo sigo mi camino y ella se queda en su esquina. Quizá la próxima vez suba el precio de mis cigarrillos. Quizá la próxima vez le pida su nombre a esa mujer en el trueque nocturno.

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