miércoles, julio 28, 2010

Salir de la selva oscura

Lograr hacer lo que uno cree que debe hacer es difícil. No tanto por los obstáculos exteriores, por las circunstancias, como por la desorientación, por la pérdida de norte, por la ubicación del destino, del punto de referencia, fuera de uno mismo. A veces por la renuncia a la propia soberanía a cambio de aceptación en la manada, de reconocimiento social. O por hambre de compañía, de amor. Por puro desvalimiento, también, tras sobrevivir al hundimiento del mundo. Puede ocurrir, como le pasó a Dante, que en la mitad del camino de nuestra vida, nos veamos en mitad de una selva oscura, por habernos apartado del camino recto. ¿Y qué es el camino recto? La honestidad más absoluta posible con las propias motivaciones, con los porqués más profundos de las acciones, de las omisiones, de las decisiones. Si no se purifica la intención, si no se destila el fondo de la voluntad, el norte no está claro. Se mueve, como una aguja imantada. Porque depende de fuerzas exteriores, del juicio ajeno. La libertad tiene que ver con romper cadenas, sí. Aquellas que impiden actuar honestamente. Especialmente ante uno mismo. Sólo si se es honesto consigo mismo se puede alcanzar la verdadera libertad. Que es el verdadero conocimiento. Es importante, pues, cuando se llega a ese grado de conciencia, dar un paso más. Echarse a andar. Actuar únicamente bajo el convencimiento de que, sea cual sea el juicio ajeno, uno hace lo que cree que debe hacer. Eso es la libertad.

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