domingo, enero 08, 2012

Propedéutica callejera

Hace años, era yo muy tierno aún, al comienzo de empezar a darme cabezazos en las esquinas, alguien que ostentaba entonces un cargo político importante me llevó a comer marisco. Y en la sobremesa expuso un dilema del que todavía me acuerdo. Mi interlocutor, un viejo comunista español transmutado en socialdemócrata por, digamos, evolución sincronizada con el contexto, me explicó que antes de meterse a fondo en cualquier proyecto de carrera profesional o de definir una manera de andar por el mundo, es imprescindible aclararse con un asunto: ¿hay o no hay Dios? Una vez que se elige, esa opción va a formatear (me dijo) tus éxitos y tus fracasos. Todos los éxitos y todos los fracasos, pues ésa es la cuestión (me dijo) que va a definir el fondo de la existencia. Entonces, atribuí esa reflexión a un arrebato de misticismo cachondo propiciado por la mariscada y las dos botellas de alvariño que habíamos despachado a medias. Con los años, me he acordado varias veces de esa charla. Y creo que mi viejo amigo comunista llevaba razón: ése es el asunto. Ésa es la gran madeja a desenredar. Vivir con Dios, sin Dios o contra Dios define la manera de andar.

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