viernes, marzo 06, 2009

Al otro lado

Tengo la certeza, absolutamente irracional, pero certeza, de que cuando muera seré recogido en los brazos de mi padre. Seré besado por mi madre. En ese momento, quizá no tenga más de cuatro años de edad. Recuerdo bien esos brazos, esos besos. Incluso la ropa que llevaré y el lugar: un peto de pantalón corto de pequeños dibujos azules de raquetas y bolas de tenis sobre fondo blanco; en la plaza del poblado de colonización agrícola donde me crié, junto a la torre de la iglesia. Con la boca manchada de polo de hielo, creo que de limón. En el patio de la casa donde planté un hueso de níspero al poco de dejar de gatear. Y el níspero creció. Hasta sobrepasar la altura del tejado. Al otro lado de todo esto, de esta vida, debe estar la infancia, que no es un estado. Es más bien un olor que se queda. Que se recuerda. Que se ve.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hay algunos seres que iluminan la vida con proposiciones simples,sin el pudor que concierne al hecho de manifestarlas. Cuando esto ocurre, nada hay más radical que la inocencia. Es el sol de la infancia (Machado)que admira en circustancias tan adversas; en definitiva, la luz del "cielo de los despreocupados", como a mí me gusta llamarlo, y que para este mundo resulta provocador como propuesta y buen camino.Y, precisamente, este horizonte de eficacia que perseguimos me desalienta sólo por su destino ignorado y utilidad imprecisa, sin estos sentimiento previos a sus logros.No sé.
Gracias por esta entrega, tan maravillosamente irracional como entrañable. Comparto la certeza y la ternura de tu infancia, como mías. "Al otro lado".

2:56 p. m.  
Blogger Miguel said...

entonces, con la muerte muere el hombre y vive el niño. Mejor que ser eternos es ser eternamente niños.*

3:30 p. m.  

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