martes, febrero 24, 2009

Un nombre

Ha sucedido. Esta noche me he atrevido a preguntarle el nombre a la vendedora callejera que suele cambiarme un cigarrillo por un puñado de caramelos cuando me cruzo con ella, de noche, de vuelta del trabajo a casa. El ritual ha sido el de siempre; me para, me pide un cigarrillo y saca de una bolsa un puñado de caramelos, cuatro o cinco, a cambio del tabaco. Hoy le he dicho: "No está bien aceptar caramelos de desconocidas. ¿Cómo te llamas?". Me ha mirado desde su cara sin edad (¿60, 70, 80 años?) y me lo ha dicho: "Marieta". Marieta con sonrisa y acento centroeuropeo. Una buena receta, un buen nombre para afrontar las sombras de la noche.

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