jueves, enero 29, 2009

Un comienzo

Llevo tiempo dándole vueltas a un proyecto: escribir sobre la confianza. Esa idea nace de un dolor: comprobar la degradación del ambiente profesional en el que paso la mayor parte del día. Siento cómo en el fondo de esa degradación, de ese aire viciado, hay un hecho esencial: ha quebrado el principio de confianza. Además, son tiempos en los que, en el ancho mundo, parecen ocurrir cosas relacionadas con algo parecido. La banca y la bolsa se fundamentan en la confianza. Es el viejo espíritu del primer capitalismo, que eclosiona allá por el siglo XV en algunas ciudades europeas. Pero, ante todo, aclararme sobre la quiebra del principio de confianza es una necesidad. Impostergable. Porque necesito, en el trabajo (afortunadamente, en casa sí se puede respirar), que el aire sea fresco. ¿Qué causa que se pierda la confianza? ¿Qué confianza? ¿Es lo mismo confiar en uno mismo que confiar en los demás? ¿Por qué hay personas, o momentos en los que, en general, las personas confían en ellas mismas? ¿Y por qué confían en los demás? ¿Por qué se defrauda la confianza? ¿Qué se siente cuando ya no se confía en alguien? Desencanto. Siempre es algo personal. Y no es un fenómeno intercambiable con la pérdida de fe. Se puede perder la fe en una idea. Incluso, en una persona. Pero no es lo mismo la fe que la confianza. La confianza siempre requiere de una persona. La fe puede ser inmaterial. En realidad, tener fe en una persona es fiarse de ella y confiar en ella. Tampoco es lo mismo confiar en alguien que fiarse de alguien. Veamos a dónde me lleva este sendero, este vericueto intelectual. Ojalá me ayudase alguien que entrase en el bar del Cóndor y me dejase alguna idea. Por empezar por algún sitio, he mirado en Google books (mañana iré a la librería) y la Wiki dice esto, aunque a mí no me acaba de convencer...

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