domingo, marzo 25, 2007

Intercambios



El saber propio es limitado, desordenado y, casi siempre, logrado a ciegas. Quizá sólo se pueda ver claro repasando las notas a pie de página de los grandes espíritus de la historia. Imposible hablar seriamente con nadie si no hay, de partida, una clara conciencia de carencia, de algo por aprender, humildad intelectual. Si no, ir a la caza de la sabiduría es un esfuerzo vano. A veces parece como si, en el esfuerzo por saber, por conocer, por profundizar, se fuese a deshacer la masa encefálica. La pieza se escapa entre los dedos justo cuando iba a cobrarse. Saber qué, profundizar en qué. Quizá, como dice Jünger, en lo elemental. Sólo el control de lo elemental hace grande una existencia, se esté cuando y donde se esté. Y eso es incompatible con la frivolidad. Así, Justino: no es justo llamar filósofo a un hombre que en público da testimonio de lo que ignora.

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