domingo, noviembre 05, 2006

En general

Hola, ya estoy en casa.
Perdón por el retraso. He estado fuera un tiempo, poniendo orden en mi sistema planetario, buscando mi centro de gravedad. Pero ya estoy aquí. Atento al crujir de la grava en el camino, listo para compartir un pedazo de silencio o una buena historia después de cenar.
He vuelto de un largo viaje. De muchos de vosotros, no me despedí al marchar. Ni una palabra. Me desvanecí. Demasiado dolor, demasiadas ausencias. Me llevé de recuerdo algunos tesoros y, también, un sinsabor de cuenta pendiente, de relato por terminar. Pero ya estoy en casa. Los nómadas también necesitan descansar.
Hoy he ventilado la cueva, he sacudido el polvo al viejo sillón; he comprado licor, he lavado a conciencia los ceniceros de cristal y he cambiado la bombilla fundida de la lámpara baja de la sala de estar. Las volutas de humo vuelven a enredarse entre los muebles. Sobre la mesa, desperdigados a su amor, libros, cuadernos de notas y servilletas anotadas en la barra del bar. Bienvenidos, de nuevo, al antro del amanuense que huele a historias, donde nunca hay preguntas y siempre hay coñac, robado en el bar del Cóndor durante el turno de noche. La madrugada de las palabras vuelve a ser el tiempo del corazón.

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