martes, septiembre 23, 2008

Tecnologías


Toda tecnología, desde el hacha de sílex hasta internet, requiere una doma, una domesticación. O señores de la tecnología o sus esclavos. La esclavitud tecnológica no es consecuencia del avasallamiento de las máquinas, como creían los artesanos de la época de la primera revolución industrial, sino de la ignorancia propia: de la cesión voluntaria de la soberanía de la inteligencia en un ordenador. Y, cuando desaparecen los filtros, llega la barbarie. A veces, la única rebelión posible es la ironía, que de vez en cuando regala pequeñas perlas, como la que referencia aquí e-galeradas, basándose en una ilustración de El Jueves.

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