domingo, septiembre 14, 2008

Incursiones


Hace poco realicé un par de incursiones en el piso de arriba. El escenario de la primera fue un restaurante de París de 50 euros el plato; de la conversación de sobremesa, en torno a la pobreza del continente africano y las acciones benéficas de personajes de diseño, deduje que la cocaína sabe mejor si en la memoria se guarda algún rincón para evocar el estiércol. La segunda incursión tuvo lugar en Bruselas; otro restaurante de carta imposible (un día fue el lugar donde Carlos Marx escribió parte del Manifiesto Comunista). Entre copa y copa de vino del país de Oc, escuché que una diversión de moda entre quienes pueden pagarla consiste en camuflar prostitutas de lujo entre el personal de servicio que atiende a los invitados de una fiesta; y dejar que corra el sedal. En ambos momentos pasó ante mí la sombra de la soledad. Pero, leyendo la historia de los hombres, vuelve otra vez el sol: es mejor vivir en la cuneta y disfrutar del sabor del pan.

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