viernes, julio 11, 2008

Historia y creencia

La creencia sin historia se torna fantasmal, falsa. De ahí el brillo de ciertas épocas en las que la fe arraiga hondo en una cultura, en un lugar: el caso del cristianismo en determinados ámbitos europeos de los siglos XI y XII que cuajaron en el arte románico. La historia sin fe, sin principio vital, sin pasión, está muerta: por eso son tan aburridas las monografías históricas asépticas, pretendidamente neutrales. Pero, ¿se puede creer por la historia? Si es así, puesto que la historia influye en la construcción de la creencia, hay que concluir que la fe se define en cada momento, que no existe fuera de la historia, que su contenido esencial (o, al menos, la explicación de ese contenido) no es inmutable. A su vez, hay explicaciones de la fe que se tornan caducas, que ya no sirven, a pesar de que hayan formado parte durante un tiempo de la creencia, de su mismo contenido. ¿Qué permanece, pues, en la vida del hombre? La búsqueda. La esperanza. La misma fe.

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